16 de septiembre de 2015

serenata para la tierra de uno


Porque me duele si me quedo
pero me muero si me voy,
por todo y a pesar de todo,
mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Por tu decencia de vidala
y por tu escándalo de sol,
por tu verano con jazmines,
mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos,
porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón.

Por tus antiguas rebeldías
y por la edad de tu dolor,
por tu esperanza interminable,
mi amor,
yo quiero vivir en vos.

Para sembrarte de guitarra
para cuidarte en cada flor,

y odiar a los que te lastiman,
mi amor,
yo quiero vivir en vos

30 de octubre de 2014

Instrucciones para subir una escalera al revés




En un lugar de la bibliografía del que no quiero acordarme, se explicó alguna vez que hay escaleras para subir y escaleras para bajar; lo que no se dijo entonces es que también puede haber escaleras para ir hacia atrás. Los usuarios de estos útiles artefactos comprenderán, sin excesivo esfuerzo, que cualquier escalera va hacia atrás si uno la sube de espaldas, pero lo que en esos casos está por verse es el resultado de tan insólito proceso. Hágase la prueba con cualquier escalera exterior. Vencido el primer sentimiento de incomodidad e incluso de vértigo, se descubrirá a cada peldaño un nuevo ámbito que, si bien forma parte del ámbito del peldaño precedente, al mismo tiempo lo corrige, lo critica y lo ensancha. Piénsese que muy poco antes, la última vez que se había trepado en la forma usual por esa escalera, el mundo de atrás quedaba abolido por la escalera misma, su hipnótica sucesión de peldaños; en cambio, bastará subirla de espaldas para que un horizonte limitado al comienzo por la tapia del jardín, salte ahora hasta el campito de los Peñaloza, abarque luego el molino de la Turca, estalle en los álamos del cementerio y, con un poco de suerte, llegue hasta el horizonte de verdad, el de la definición que nos enseñaba la señorita de tercer grado. ¿Y el cielo? ¿Y las nubes? Cuéntelas cuando esté en lo más alto, bébase el cielo que le cae en plena cara desde su inmenso embudo. A lo mejor después, cuando gire en redondo y entre en el piso alto de su casa, en su vida doméstica y diaria, comprenderá que también allí había que mirar muchas cosas en esa forma, que también en una boca, un amor, una novela, había que subir hacia atrás. Pero tenga cuidado, es fácil tropezar y caerse. Hay cosas que sólo se dejan ver mientras se sube hacia atrás y otras que no quieren, que tienen miedo de ese ascenso que las obliga a desnudarse tanto; obstinadas en su nivel y en su máscara se vengan cruelmente del que sube de espaldas para ver lo otro, el campito de los Peñaloza o los álamos del cementerio. Cuidado con esa silla; cuidado con esa mujer.

Instrucciones para subir una escalera

Instrucciones para subir una escalera[Instrucciones. Texto completo.] Julio Cortázar
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso. Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie). Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.
FIN
 

16 de julio de 2014

El sabio ignorante - Orlando Romano

Aquella mañana, tan pronto como despertó, el muchacho empezó a reír y a vaciarse de ideas. Vivió, envejeció y murió jocosamente, sin recobrar la lucidez. Los sabios del lugar le llamaban maestro.

22 de abril de 2014

Arena (fragmento del Libro del fantasma A. Dolina)


Arena

 


Los paganos admitían la existencia de divinidades toscas, im-
perfectas, chapuceras.

Los dioses no sólo estaban sujetos a toda clase de vaivenes éti-
cos sino que también cometían numerosos errores en el ejercicio
de su profesión: creaban universos endebles, se dejaban engañar
por los humanos, desconocían el futuro, fallaban en sus cálculos.

Las grandes religiones monoteístas acuñaron la idea de la infa-
libilidad divina, de un poder sin grietas.

No es nuestro propósito ejercitarnos ociosamente en la lógica
para entretenernos con esas paradojas que tanto divierten a los
gandules agnósticos. Ahorraremos al lector la modesta perpleji-
dad de pensar si Dios es capaz de crear un objeto tan pesado que
Él mismo no pueda levantar.

Sin embargo, la historia de la arena comienza con una distrac-
ción de un Dios omnipotente.

Las tradiciones islámicas dicen que, habiendo finalizado la
creación, el Señor advirtió que faltaba la arena. Grave defecto, si
bien se mira. Los hombres estarían privados de la deliciosa volup-
tuosidad que sienten al caminar junto a los mares. El fondo de los
ríos sería siempre rispido, los arquitectos carecerían de un mate-
rial indispensable, los caminos no podrían suavizarse, las huellas
de los enamorados serían invisibles.

Dispuesto a remediar su olvido, Dios envió al arcángel Gabriel
con una enorme bolsa de arena a que la desparramara allí donde
fuera necesario.

Pero el Enemigo trabaja siempre para estropear la obra divina.

Mientras Gabriel volaba con su carga inconcebible, el diablo le
agujereó la bolsa. Esto sucedió exactamente sobre la región que
hoy es Arabia. Casi toda la arena se volcó en ese lugar, de modo
tal que las nueve décimas partes del país quedaron convertidas pa-
ra siempre en un desierto.

Advertido de esta catástrofe, Dios resolvió ofrecer a los árabes
algunos dones compensatorios.

Les dio un cielo lleno de estrellas como no hay otro, para que
miraran siempre hacia lo alto.

Les dio el turbante, que bajo el sol del desierto es mucho más
valioso que una corona.

Les dio la tienda, que es mejor que un palacio.

Les dio la espada. Les dio el camello. Les dio el caballo.

Y les dio algo más precioso que todas las otras cosas juntas: la
palabra, el oro de los árabes.

Otros pueblos modelan en la piedra o los metales. Los árabes
modelan en el verbo.

El poeta (el chair) es sacerdote, juez, médico, jefe. El poeta es
poderoso: puede traer alegría, tristeza, encono. Puede desencade-
nar la venganza y la guerra. Puede matar con la palabra.

Los errores de Dios, como los de los grandes artistas, como los
de los verdaderos enamorados, desencadenan tantas reparaciones
felices que cabe desearlos.