5 de noviembre de 2013

intitulado


Yo sigo fiel a mis pasos
Que van tras mi necesidad
Puede que al girar mi cabeza 4 veces
Ya no te encuentre
Pues queda este momento entonces
Como constancia
De que por vos…
Estuve buscando
Yo te recuerdo cariño, mucho fuiste para mí, siempre te llame mi encanto siempre… te llame mi vida…
 
 
Miguel Abuelo

13 de septiembre de 2013

"Poema en línea recta" - Fernando Pessoa




 Nunca conocí a nadie a quien le hubiesen roto la cara.
Todos mis conocidos fueron campeones en todo.
Y yo, que fui ordinario, inmundo, vil,...
un parásito descarado,
un tipo imperdonablemente sucio
al que tantas veces le faltó paciencia para bañarse;
yo que fui ridículo, absurdo,
que me llevé por delante las alfombras de las formalidades,
que fui grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que recibí insultos sin abrir la boca
y que fui todavía más ridículo cuando la abrí;
yo que resulté cómico a las mucamas de hotel,
yo que sentí los guiños de los changadores,
yo que estafé, que pedí prestado y no devolví nunca,
yo que aparté el cuerpo cuando hubo que enfrentarse a puñetazos.
Yo que sufrí la angustia de las pequeñas cosas ridículas,
me doy cuenta que no hay en este mundo otro como yo.

La gente que conozco y con la que hablo
nunca cayó en ridículo, nunca fue insultada,
nunca fue sino príncipe - todos ellos príncipes - en la vida...

¡Ah, quien pudiera oír una voz humana
confesando no un pecado sino una infamia;
contando no una violencia sino una cobardía!
Pero no, son todos la Maravilla si los escucho.
¿Es que no hay nadie en este ancho mundo capaz de confesar que una vez fue vil?
¡Oh príncipes, mis hermanos!

¡Basta, estoy harto de semidioses!
¿Dónde está la gente de este mundo?
¿Así que en esta tierra sólo yo soy vil y me equivoco?

Admitirán que las mujeres no los amaron,
aceptarán que fueron traicionados - ¡pero ridículos nunca!
Y yo que fui ridículo sin haber sido traicionado,
¿cómo puedo dirigirme a mis superiores sin titubear?
Yo que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.

23 de julio de 2013

La Leyenda (Borges)


Despues de mucho tiempo vuelvo a poner algo en este espacio perdido en el ciberespacio, este cuento es del maestro Borges y siempre me deja pensando en todo lo que hago o me hacen sin querer o queriendo, en fin



Abel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel. Caminaban por el desierto y se reconocieron desde lejos, porque los dos eran muy altos. Los hermanos se sentaron en la tierra, hicieron un fuego y comieron. Guardaban silencio, a la manera de la gente cansada cuando declina el día. En el cielo asomaba alguna estrella, que aún no había recibido su nombre. A la luz de las llamas, Caín advirtió en la frente de Abel la marca de la piedra y dejó caer el pan que estaba por llevarse a la boca y pidió que le fuera perdonado su crimen.
Abel contestó:
-¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo; aquí estamos juntos como antes.
-Ahora sé que en verdad me has perdonado -dijo Caín-, porque olvidar es perdonar. Yo trataré también de olvidar.
Abel dijo despacio:
-Así es. Mientras dura el remordimiento dura la culpa.

“Un paréntesis ruidoso” Joaquin Sabina

“Quiero contar una cosa que siempre tengo la sensación de que se pierde. He dado muchos conciertos presentando así una canción. Lo que quiero contar es una mezcla entre lo que uno toma prestado, lo que uno roba y lo que uno añade. Todo a favor del espectáculo, claro. Es decir, yo tengo una canción que se llama “Ruido” que siempre presento con un chiste de Woody Allen que nadie sabe que es de Woody Allen: “Mis padres vivían encima de una discoteca y todas las noches se quejaban los de la discoteca.” Esa es mi segunda presentación favorita. La primera está robada de Bernard Shaw, y empieza así: “George Bernard Shaw… Sí, el de ‘Pigmalión’, el de ‘My Fair Lady’… No, no se sientan ustedes inferiores por no haberlo leído, porque yo voy a contar una anécdota pero tampoco lo he leído…” y cuento una anécdota real, o que al menos él aseguraba que lo era: estaba George cenando con una marquesa, en una cena de la alta sociedad victoriana, y le preguntó: “Milady –estaban haciendo bromas de sociedad- , ¿se acostaría usted con alguien por diez millones de dólares?”, y milady contestó: “Por diez millones de dólares me lo pensaría seriamente.” Entonces Bernard Shaw añadió en el acto: “Le doy dos dólares.” La marquesa, escandalizada, gritó: “¡Por quién me toma!”, y Bernard Shaw sentenció: “Eso ya ha quedado claro. Ahora vamos a discutir el precio.” Bueno, pues después de eso yo digo –porque ahí no ha acabado la presentación de mi canción-: “El otro día fui con mi amiga Maite a ver la película de Robert Redford ‘Una proposición indecente’, y nada más salir del cine le pregunté: “Oye, Maite, ¿tú te acostarías con Robert Redford por un millón de dólares?”, y mi amiga Maite me respondió: “Si los tuviera…”, y a continuación comenzaba la canción, que ya no recuerdo cuál es… Por cierto, ya sabes que la canción “Ruido” está dedicada al padre de Cristina. Cuando conocí a Cristina, sus padres ya estaban separados. Conocí mucho a su madre, que era una señora mayor muy guapa, muy frivolota, gastona, divertida y muy tramposa. También conocí a su padre, que era un señor más bien oculto. La madre, de algún modo, se las había apañado para que los hijos le tuvieran miedo al padre. Los hijos decían que el padre era alcohólico, pero estuve tres veces con él y yo bebía bastante más. Además, el padre me echó un piropo estupendo: “Tú sabes beber”, me dijo. Bueno, el caso es que a mí me gustaba el padre. Eso no quiere decir que no me gustara la madre, pero me gustaba el padre. Como yo estoy tan destradicionado siempre trato de crear tradiciones, y había una con Cristina y su familia: todas las noches viejas yo me iba a un hotel de Palma de Mallorca e invitaba a toda la familia y cenábamos, bailábamos, nos poníamos narices de payaso, nos tirábamos confeti y hacíamos el ridículo sin mucho entusiasmo. Así que un año le propuse a Cristina que invitáramos también a su padre, y aunque ella al principio me dijo que me había vuelto loco, que si iba su madre él no iría, cuando llamé al padre aceptó. Y de ahí saltamos inmediatamente al desenlace. El desenlace es que mi pobre ex suegro sólo salió una vez en el periódico. Había empezado a correr y a nadar en la playa y se sentía feliz. Había resucitado y superado el problema del divorcio, y una mañana apareció como un cadáver no identificado en la playa. Se ahogó. Y luego pasaron cosas muy divertidas que te voy a contar. Fuimos al entierro y entonces la familia estaba dividida, porque unos querían enterrarlo y otros, incinerarlo, y él no había dejado muy claro lo que quería. El caso es que se hizo ¡mitad y mitad! ¿Que si enterraron la mitad inferior o la superior? Es una muy buena pregunta, pero lo único que sé es que se enterró la mitad. Y la otra mitad, lo creas o no, como no sabíamos qué hacer con las cenizas, nos las llevamos Cristina y yo a mi casa de Madrid en una cajita. Las cenizas estuvieron en esa cajita dos o tres meses… Resulta que el padre de Cristina había sido muy fan de las rancheras, y yo quería muchísimo a Cristina y sentía un gran respeto por las cenizas de la mitad de mi suegro. Así que algunas noches –por lo menos dos, para no exagerar- en que volvimos a casa sobre las seis de la mañana, yo, muy borracho- porque aquello coincidió con una época en la que me emborrachaba mucho- cogía una guitarra, ponía las cenizas de la mitad de mi suegro delante de mí y le cantaba “Pero sigo siendo el rey” emocionadamente… Un día decidimos que había que hacer algo con las cenizas y fuimos a Mallorca a tirarlas al mar, a lo Sara Montiel y Pepe Tous. Entonces el padre, a título póstumo, me deslumbró aún más. Porque cuando volvíamos de tirar las cenizas al mar, la hermana de Cristina nos puso una cinta casete que había encontrado de cuando Cristina tenía unos seis años. En ella, una de las niñas, no sé si Cristina o una hermana, dijo “la criada”, y al padre, que se había educado en una inclusa y que era expósito, se le oye protestar en ese momento: “¡Cómo que la criada! Esta señora es un ser humano igual que vosotras” Te estoy hablando de hace treinta o cuarenta años… Por eso le dediqué “Ruido”. Y entre él y su señora había, sí, muchísimo ruido.”


“Un paréntesis ruidoso”


Sabina En Carne VivaJoaquín Sabina / Javier Menéndez FloresRandom House Mondadori - 2006

uno cortito de Miguel abuelo


Yo sigo fiel a mis pasos

Que van tras mi necesidad

Puede que al girar mi cabeza 4 veces

Ya no te encuentre

Pues queda este momento entonces

Como constancia

De que por vos…

Estuve buscando

Yo te recuerdo cariño, mucho fuiste para mí, siempre te llame mi encanto siempre… te llame mi vida…

19 de julio de 2013

El síndrome de abstinencia

 

▣ Hernan Casciari, domingo 2 de octubre, 2005




Lucas y Alex, dos amigos de cinco años, conversan sentados en el patio del Jardín durante un recreo. Son las diez treinta de la mañana en Mercedes, el sol de la primavera salpica el arenero con colores brillantes, y nuestros pequeños aprovechan para compartir un sánguche de jamón cocido y queso mardelplata mientras ven pasar la vida.



ALEX.- (Señalando los jueguitos) Mirá, mirá ese nene de ahí, el del tobogán colorado. ¿Cuánto puede tener ese nene? ¿Dos años?
LUCAS.- Más o menos. Por la cara de susto es de guardería.
ALEX.- ¿Viste cómo le da al chupete?
LUCAS.- (Asiente) Es una bestia. Parece que se le van a salir los ojos para afuera. (Le grita, al nene) ¡Aprovechá ahora que sos joven, chiquilín!
ALEX.- Me dan unas ganas a veces de agarrarlo de nuevo, Lucas...
LUCAS.- (Con sorna) ¿Al chupete? No seas pavo...
ALEX.- Sí. A la noche más que nada, cuando me voy quedando dormido.
LUCAS.- Es todo un tema de autocontrol, Alex. Tenés que ser fuerte y pensar en otra cosa. A mí cuando me pasa eso, me toco las bolitas por abajo de la sábana. No es lo mismo, pero ayuda.
ALEX.- Decirlo es fácil.
LUCAS.- ¿Vos cuándo lo dejaste al chupete?
ALEX.- En público a los tres. Pero el año pasado, a escondidas de mi vieja, todavía lo chupeteaba bastante. Dejar dejarlo, en serio, cuando cumplí cinco.
LUCAS.- Este año.
ALEX.- Sí. ¿Y vos?
LUCAS.- Yo tengo uno atrás de una maceta, en la terraza. Un Rogoher Baby azul, precioso...
ALEX.- Alemán.
LUCAS.- (Asiente entrecerrando los ojos) Son los mejores, no hay nada que hacer... Los fines de semana, a la nochecita, que mi vieja chatea con un tipo de Venezuela y no me da pelota, me salgo al fresco y lo chupo un rato, despacito, mirando los autos, pensando en mis cosas...
ALEX.- O sea que no lo dejaste un carajo.
LUCAS.- Sí que lo dejé, pero seguimos siendo amigos. No estoy lo que se dice enganchado, como ese nenito del tobogán, que si se lo sacás de la boca llora...
ALEX.- (Sonriendo) No lo dejaste una mierda, Lucas.
LUCAS.- (Se exaspera) ¿Me oís lo que te hablo antes de sacar una conclusión, taradito? Lo que te quiero significar es que no estoy pendiente del chupete; ni lo extraño, ni nada. Es más una cuestión reflexiva, me ayuda a pensar.
ALEX.- Usás chupete, Lucas.
LUCAS.- ¡Qué cerrado que sos, la concha de tu madre! No uso chupete, Alex. Lo tengo ahí, y a veces me lo pongo un rato, pero no hay angustia oral en el medio. No hay dependencia.
ALEX.- (Riéndose de su amigo) Qué boludo que sos a veces, nene.
LUCAS.- ¿De qué te reís?
ALEX.- De nada, olvidate... (Lo piensa mejor, y prefiere decirlo) Mirá, cuando yo te cuento algo mío onda regresión, salís con que soy un putito, o algo humillante por el estilo, y te me cagás de la risa en la cara. Pero eso mismo que yo te cuento, si lo hacés vos, es el fluir de la conciencia, reflexiones en la terraza y la mar en coche. ¡Hacéte cargo, chabón! Usás chupete por lo mismo que ese nene del tobogán, por lo mismo que yo y que todo el mundo. ¡Porque chupando te acordás de los pezones de tu vieja!
LUCAS.- (Algo contrariado) Nada que ver...
ALEX.- ¡Obvio que sí, loco! Ya va siendo hora de que todos los pibes nos dejemos de caretear y digamos las cosas como son, en ese tema del chupete y en otros temas también...
LUCAS.- ¿Qué temas?
ALEX.- Mil temas, Lucas. (Embalado) Los nenitos nos careteamos entre nosotros, y eso no puede ser. No funcionamos corporativamente, como por ejemplo los perros, que se ayudan entre ellos...
LUCAS.- Hablá bajo, que la maestra está cogoteando para acá.
ALEX.- (Sin hacer caso; sigue in crescendo) Por ejemplo: estoy recontra podrido de todo ese teatro de jugar al doctor con mi prima... Si yo sé que ella me quiere ver el pito y yo le quiero ver el hachazo. ¿Por qué no agarramos, nos bajamos la ropa y a la mierda? ¿Por qué tenemos que hacer todo ese circo del doctor dos horas?
LUCAS.- Porque el juego también calienta, boludo. ¿O no te calienta toda esa onda naïf de hacerte el que estás jugando a algo inocente con una minita?
ALEX.- Me parece flor de histeriqueo, Lucas. Porque ellas se hacen las boludas pero quieren lo mismo. La semana pasada, con mi prima Micaela sin ir más lejos..., estuvimos dos horas que sí, que no, que tengo inflamada la laringe, que revísime la rodilla, que ay doctor me mareo, que bla bla bla... Íbamos tocando zonas inofensivas del cuerpo, pero cada vez acercándonos más.
LUCAS.- Como dios manda.
ALEX.- Y justo cuando ella me dice: "Ay, doctor, me duele acá en esta zona del útero", justo cuando iba a empezar lo bueno, la pelotuda de mi tía Laura dice que es tarde y se me lleva a la criatura de la pieza, justo cuando yo iba a empezar a meter mano. ¿Sabés cómo me quedé?
LUCAS.- Con los huevos como un sonajero.
ALEX.- ¡Claro, macho! (Enervadísimo) ¡Estuve dos días con la poronguita parada, que no me podía dormir bocabajo! Para peor todavía no termino de agarrarle el ritmo al asunto de la paja... No sé qué mierda hago mal, pero se me acalambra la muñeca.
LUCAS.- En eso tenés razón. Jugar al doctor y no llegar a la concha es como comerse el Kinder y tirar el juguete.
ALEX.- Y lo del chupete también, Lucas. ¡Qué sé yo, viste! A mí me parece que caretearle a los grandes está bien, ¿pero entre nosotros? ¿Qué sentido tiene? Que Micalea no me venga con que le gusta jugar al doctor dos horas... ¡Mentira! ¡Se aburre igual que me aburro yo! Y vos no me vengas con que usás el chupete para reflexionar. No me vengan con boludeces, por el amor de dios, que somos pocos y nos conocemos mucho.
LUCAS.- Alex, comé barro o algo, porque estás como loco.
ALEX.- (Calmándose un poco, se toca la frente) Me parece que tengo fiebre; es la bronca ésta que me agarra... No soporto la hipocresía a nuestra edad.
LUCAS.- Lo que quieras, pero bajá dos cambios porque nos está mirando todo el Jardín, chabón.
ALEX.- (Tocándose instintivamente los bolsillos del delantalcito) ¿No tendrás por ahí un chupete, no?
LUCAS.- No, lo dejé en casa. Pero el nene del tobogán tiene un Lactovín celeste nuevo flamante.
ALEX.- (Repentinamente sagaz) ¿Yo le tiro arena a los ojos y vos se lo manoteás?
LUCAS.- Dale. (Se levantan del banco y van hasta los juegos) De última le estamos haciendo un favor al pibe.
ALEX.- Obvio... Si sigue chupando así le va a quedar la ortodoncia a la miseria.
TELÓN

14 de junio de 2013

Aplastamiento de las gotas




Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.

Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós

26 de mayo de 2013

Volver a pensar la fotografía

Leo en la prensa económica que, entre las varias empresas que tienen pensado salir a bolsa este año, se encuentra Polaroid, y me sorprende leer el nombre de esa marca tantos años después, justo ahora que la fotografía doméstica se ha convertido en una colección infinita y sin sentido. Me acuerdo de la Navidad de 1981, cuando Papá Noel me trajo la primera Polaroid. ¡Ah, qué alegría tremenda! Era la primera máquina en donde podías ver la foto un minuto después de sacarla. Cuando apretabas el botón rojo se escuchaba un ruido y salía por debajo una foto negra. Había que esconderla de la luz y agitarla durante unos segundos. El momento en que la foto iba llegando era un milagro irrepetible. La Polaroid era el futuro. Pero sobre todo era una máquina que te obligaba a "pensar la foto" (eso que hoy ya no hacemos más). Había que calcular muchísimo hasta encontrar el momento: dudar sobre la necesidad, elegir la forma, desechar paisajes. Generaba nerviosismo decidirse a sacar una foto, porque el cartucho de las Polaroid solamente venía con diez escasísimas oportunidades y era más caro que casi todas las cosas imaginables. La alegría que me causó el regalo de la Polaroid, en mi infancia, fue directamente proporcional a la frustración de ver allí la máquina, arrumbada, con el cartucho vacío. Nosotros éramos pobres, pero no mucho: como todo el mundo. Mis padres podían comprarme, digamos, un cartucho por año. Y diez fotos por año era más bien poco. La mayoría de las veces yo iba por la calle con mi cámara al cuello, pero sin la opción de hacer nada con ella, solamente alardear.
Los que tuvimos este trauma en la infancia estamos a favor de la salida de Polaroid a la bolsa, de su resurgimiento. Estamos hartos de sacarle fotos a todo: a una nube que tiene el perfil de nuestro perro, a la comida, o la oscuridad absoluta para ver si aparecen fantasmas. Los que tenemos millones de fotos guardadas (fotos absurdas e inútiles) necesitamos regresar al trauma Polaroid, a aquellas primeras máquinas toscas que sólo permitían una oportunidad de diez, y nada más había diez oportunidades al año, y los años eran largos, y cuando pasaban, pasaba también la juventud. Ahora, cuando dejo el dedo en el botón de mi cámara digital (clic, clic, clic) y saco cientos de fotos idénticas por segundo, pienso siempre que aquellas épocas de pensar la foto no estaban tan mal. Si hace veinte años una fotografía salía bien, era casi un milagro de entrecasa. La guardábamos hasta que se ponía amarilla, la mostrábamos, los demás nos felicitaban. En aquel tiempo tener una buena foto tenía que ver con nuestra paciencia, con nuestra destreza, con nuestra esperanza. Podíamos sentirnos orgullosos de la imagen. Ahora tenemos tantas fotografías digitales, tantas, que ni siquiera hay tiempo para verlas todas. Muchas veces las descargamos sin mirarlas. Somos más coleccionistas imbéciles que fotógrafos amateurs. Están todas ellas apretujadas en un monitor y jamás recordamos imprimirlas; nos da la impresión de que no valen nada. Tenemos tantas fotos que, en realidad, ya no tenemos ninguna.
Hernán Casciari

9 de abril de 2013

Un sueño

Jorge Luis Borges

En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma del círculo) hay una mesa de madera y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mí escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular... El proceso no tiene fin y nadie podrá jamás leer lo que los prisioneros escriben.

27 de marzo de 2013

Melancolía de mujeres analógicas

Me encuentro con un viejo compañero de la primaria que no veía desde los años ochenta, y del que tuve noticias a través de una red social. Nos citamos en un bar del centro, nos palmeamos con cariño falso, pedimos unas cervezas. Le digo: "Qué increíble, para lo que acaba sirviendo Facebook". Se ríe fuerte, como si le estuviera tomando el pelo: "Si Facebook sirviera solamente para encontrarme con vos, gordo boludo —me dice—, yo no tendría banda ancha en casa. A mí Facebook me cambió la vida, pero de verdad".
—¿Para tanto? —le pregunto.
—Mirá para afuera —me explica—. Imaginate que todas las mujeres que están pasando ahora por la calle tuvieran un cartel en el culo que dijera «estoy en una relación complicada», o «soy soltera», o «solamente busco amistad», o incluso «me interesan los hombres y también las mujeres»...
Hago lo que dice mi amigo: miro por la ventana del bar hacia la calle y veo la primavera de Barcelona en su esplendor: holandesas, suecas, nativas, maduras y jovencitas, diferentes colores y tamaños; hay de todo en la viña del Señor.
Mi amigo me aprieta el brazo y me dice:
—Imaginate que aquella que está por cruzar la Diagonal tuviese un cartel que dijera: «Hace doce días que estoy deprimida». Tener esa data de primera mano, Hernán, hacer cálculos mentales y abordarlas a todas.
—Te estás excitando, calmate —le digo a mi amigo.
Pero él sigue con su verborrea:
—¿Cuánto hubiéramos simplificado el enfoque de la seducción, hace diez, hace quince años, de haber tenido esos guiños entre las conocidas del colegio, de la universidad, de las compañeras de trabajo, de las ex novias?
Me lo imagino; mi amigo tiene mucha razón.
—La mujer analógica, la del siglo pasado, esperaba que vos te dieras cuenta de ciertas cosas. ¿Te acordás las preguntas que uno se hacía antes? ¿Tendrá novio Estelita? ¿Qué música le gustará? ¿Será buen momento para abordarla? —rememora mi amigo— Ahora la mujer digital te lo indica en el perfil del Facebook. Cualquier conocida de la oficina, cualquier amiga de una amiga, te avisa si se peleó con el novio, te explica si le gusta Neruda o si le gusta Bucay, te pone fotos de las vacaciones en Ibiza, para que la veas medio en bolas...
Cierra los ojos y sonríe. Continúa:
—¿Cuánto tardábamos, en los ochenta, para ver en bikini a la chica que nos gustaba? ¡Había que esperar al Día de la Primavera, que alguna se emborrachaba en el parque, o a que te invitaran a una pileta en verano! No, Gordo, la vida mejoró mucho...
—Bueno, pero supongo que tampoco será tan fácil.
—Hay desventajas, claro —matiza—. Te podés ensartar, como toda la vida. Te podés despertar con un bicho a la mañana siguiente... Pero en Facebook hay escaramuzas, hay trucos que te proporciona la experiencia.
—¿Por ejemplo?
—Alejate de las mujeres que ponen la fecha de nacimiento sin indicar el año: a ésas ya se les cayeron las tetas. Escapá de las que cuelgan muchas fotos de sus mascotas: son depresivas. Ni se te ocurra encarar a las que te parecen lindas pero tienen todas las fotos en contrapicado: son gordas con complejo de papada. Si dicen estar "en una relación difícil" y tienen más de treinta fotos besando al mismo tipo, en diferentes épocas, borrate: después de coger, lloran.
—Impresionante —le digo con sinceridad.
—Hay que estar atento a las que, en la imagen del perfil, ponen una foto sacada por ellas mismas en el baño. A ésas, les decís cuatro piropos en el Muro y las tenés comiendo alpiste. Atento a las que ponen fotos viajando por el mundo con una amiga, siempre la misma amiga: son fiesteras. Pero ojo —matiza mi amigo—: tiene que ser fotos por el mundo; si viajan por su propio país, son histéricas. A las que ponen una imagen de ellas cuando eran chiquitas, en color sepia, les gusta el sexo duro. Las que dejan vacío el ítem sobre intereses musicales, prefieren pagar el hotel a medias.
Mi antiguo amigo de la primaria me atiborró de consejos, pero sólo me acuerdo de estos pocos para compartir hoy con ustedes. Habló durante más de una hora, sin parar. Y después dijo que debía irse a una cita con una mujer que había conocido en la estación Verdaguer.
—Me tiemblan las manos —me confesó antes de salir del bar—. Esta mujer que conocí en el metro me dice que no tiene Internet. No sé nada de ella, nunca vi fotos, no sé de qué carajo le voy a hablar.
—¿Y para qué vas, entonces?
—Es que últimamente me calientan mucho las mujeres analógicas. Tienen olor a infancia.

6 de marzo de 2013

La Doctora II - Las Pastillas Del Abuelo

Ya no me encuentro preguntando sobre amor;
por fin no hay nada que pretenda no saber,
entiendo que no hay relación entre amar y envejecer.

Ya no me encuentro preguntando como dar;
por fin comparto, por el miedo de perder,
el milagro de tus caricias llegando el amanecer.

Ya no me encuentro contestando un “¿yo que sé?”,
por fin entiendo que en tus redes yo caí.

Ya no me encuentro preguntándome “¿por qué?”.
por fin entiendo de un vez el "porque sí".
Porque te ví, te dejé entrar,
cerré la puerta y te elegí.

Porque esos 2 faroles pueden hacer
que si estoy fané, las pequeñas cosas
se bañen del brillo de esa ternura
que transmitís cuando me mirás.

Hoy puedo entender que te gusta el té,
que odias el café, que no querés rosas,
que a pesar del vértigo no hay altura
que impida que me saque el disfraz.

Tirando a matar, dándonos changüí,
puro razonar, puro frenesí.
Siempre fue así nuestra historia,
que funcione o no, que esté bien o mal,
vivirlo con vos para mi es la gloria.

Sin escatimar, sin darnos de más,
sin acelerar, sin tirar pa’ atrás.
Siempre fue así nuestro asunto;
le falta de acá, le sobra de allá,
retocándolo, pero siempre juntos.

Ya no le temo a ese cagón que habita en mi,
ni a sus ataques tontos de furia precoz;
distingo excusa y resultado, y hoy elijo estar con vos.

Ya no me encuentro figurando en el veraz,
por fin no debo más de lo que va a venir;
pago el precio de tenerte, darte amor y ser felíz.

Ya no me encuentro contestando un “¿yo que sé?”,
por fin entiendo que en tus redes yo caí.

Ya no me encuentro preguntándome “¿por qué?”.
por fin entiendo de un vez el "porque sí".
Porque te ví, te dejé entrar,
cerré la puerta y te elegí.

Porque me es imposible de imaginar
agonía más cruel, más aterradora
que mi canto y tu danza alejándose;
Uno arriba del tren y otro en la estación.

En los momentos en que quiero escapar
De mi propia piel, vos sos mi doctora;
con mi panza y tu panza rozándose
no hay poeta que no haga una canción.

Tirando a matar, dándonos changüí,
puro razonar, puro frenesí.

Siempre fue así nuestra historia,
que funcione o no, que esté bien o mal,
vivirlo con vos para mi es la gloria.

Sin escatimar, sin darnos de más,
sin acelerar, sin tirar pa’ atrás.

Siempre fue así nuestro asunto;
le falta de acá, le sobra de allá,
retocándolo, pero siempre juntos.
Siempre juntos, siempre juntos…





22 de febrero de 2013

Instrucciones para llorar

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
FIN
 
 
 
Julio Cortázar

22 de enero de 2013

uno corto de dolina

Cuando un grupo de amigos no enrolados en ningún equipo se reúnen para jugar, tiene lugar una emocionante ceremonia destinada a establecer quiénes integrarán los dos bandos.
Generalmente dos jugadores se enfrentan en un sorteo o pisada y luego cada uno de ellos elige, alternadamente a sus futuros compañeros. Se supone que los más diestros serán elegidos en los primeros turnos, quedando para el final los troncos. Pocos han reparado en el contenido dramático de estos lances. El hombre que está esperando ser elegido vive una situación que rara vez se da en la vida. Sabrá de un modo brutal y exacto en qué medida lo aceptan o lo rechazan. Sin eufemismos, conocerá su verdadera posición en el equipo. A lo largo de los años, muchos futbolistas advertirán su decadencia, conforme su elección sea cada vez más demorada.
Manuel Mandeb, que casi siempre oficiaba de elector, observó, que sus decisiones no siempre recaían sobre los más hábiles. En un principio se creyó poseedor de vaya a saber que sutilezas de orden técnico, que le hacían preferir compañeros que reunían ciertas cualidades.
Pero un día comprendió que lo que en verdad deseaba, era jugar con sus amigos más queridos. Por eso elegía a los que estaban más cerca de su corazón, aunque no fueran tan capaces.
El criterio de Mandeb parece apenas sentimental, pero es también estratégico. Uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán. Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables...

1 de enero de 2013

fragmento del cuento La ventana Blanca


Martin se acomodó en la silla. Apoyo los dos cafés sobre la mesa. Sacó de su mochila de cuera una notebook pequeña y la encendió. María miraba todo el ritual con curiosidad mientras revolvía el café cortado que humeaba frente de ella.
De pronto, como si hubiera visto una revelación milenaria, Martin sonrió y le dijo:
“acá esta… este lo escribí ayer, casi como una profecía, te lo voy a leer.”
María apoyo  sus brazos en la mesa y acomodo su cara entre las manos, lo miro fijamente a los ojos y le dijo:

“dale, te escucho…”

Él se acomodó, chequeo que sea el poema y comenzó a recitar:

Rozaban la calle
De naranjos ciegas,
Y en cada palabra,
El impulso vivo, vital, certero…
Un blanco el corazón
Las manos tiesas,
Los ojos agazapados buscando un lugar en el respiro…
Ella, dueña de su camisa floreada,
Se dejaba mirar de una vez y otra y otra…
Él, sabía hacer tiempo,
Él, era un mundo de soledades
Que se estalló en la ausencia de la costilla
La miro, lo miro, se miraron…
Tocaron la vida,
Gozaron sus entrañas,
Encontraron sus periferias,
Movieron el universo en apenas segundos…
Eran lo que habían soñado.
Fundieron el cosmos y se disparó
(Es un estallido de toda manera)

El aliento que todo lo puede…
Lo habían logrado
(Aquí hiso una pausa…)

Hoy es para siempre
Siempre no termina
El primero
Ese.

Ella lo miro sorprendida, había algo en esa poesía que la había conmovido. Y se reconocía sensible a esas emociones. No sabía que decirle y luego de un largo silencio, mirándolo, pudo hablarle:

“es hermosa, hermosa, ¿Cuándo la escribiste? Es muy hermosa”

“ayer”, le dijo mientras sonreía. “ayer a la mañana, mientras soñaba con un encuentro emocional… algo así… por eso te dije que me sentía profeta.”